El caballero y su escudero estaban contemplando el horizonte, montados cada uno sobre sus gallardos corceles o destriers. No eran tiempos de grandes batallas pero la pequeña tropa tenía que vigilar el camino a la espera de una caravana de peregrinos ese día. Los templarios venían acompañados por otros hermanos de armas y algunos turcoples. Así como estaban cuasi petrificados o inmóviles permanecían callados y el silencio de vez en cuando les proporcionaba la ocasión de trasladar sus pensamientos hacia lejanas tierras cubiertas de bosques y llanuras verdes, allá donde habían transcurrido sus primeros años de juventud. La disciplina y el rigor diario de la milicia los había convertido en avezados y rudos guerreros al servicio de la cristiandad. Esta era una Orden severa donde los flojos no tenían lugar y los cobardes no se atrevían a solicitar su ingreso en el temple. La sangre de varios «enemigos» pesaba sobre sus lanzas y espadas, y habían perdido ya muchos compañeros en aquellos cruentos enfrentamientos. Una vida marcada por las batallas y los momentos de oración seguidos por continuos entrenamientos, formaban parte del quehacer cotidiano de los pobres caballeros de Cristo y sus hermanos escuderos y sargentos. Otros, se dedicaban a diferentes labores como las finanzas, la navegación y la cría de caballos. También tenían herreros, albañiles, carpinteros, labradores y gentes de varios oficios. Todos ellos bajo un estricto código de conducta y normas de convivencia, pero nadie vivía como aquellos caballeros, erguidos o enhiestos en el cumplimiento de su misión. Una ráfaga de viento seco les golpeó el rostro curtido y pareció cobrar vida la bandera que tenían alzada sobre su mástil. Era el hermoso y querido estandarte que tanto debían cuidar y defender a riesgo de sus propias muertes. En ese momento los hermanos alzaron la vista y dirigieron sus miradas al beauseant con ojos llenos de amor y de valentía donde no cabía el rencor o la cobardía. Tales eran aquellos hombres que han pasado a la historia como simplemente se les llamó: templarios.

Este es el prólogo del próximo lanzamiento de la revista «Espíritu Templario» publicada en la plataforma de Autores y Editores.

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